tengo once hermanos

Monday, May 15, 2006

La esquina de la cuadra


Comienza a atardecer y al mismo tiempo, en el pasaje de siempre, en esa esquina que da a la botillería del barrio, comienzan a congregarse los muchachos del club; es más que una procesión, es una obligación reunirse allí cada domingo para tomar varias docenas de cervezas, conversar, hechar la talla y a veces incluso, agarrarse a puñetes. En la esquina de siempre, entorpeciendo el paso de la gente por la vereda, ellos se apiñan; a veces, cuando en la micro paso por el lugar, me pregunto: ¿por qué se reunen simpre en el mismo sitio?; no tiene nada de particular. A veces unas lolas bastante curvilíneas coquetean con los futboleros; otras, los vecinos de las casas aledañas al centro de reunión intentan corretear de esa vereda polvoriente y mal oliente a ese grupo inamovible.
Así es esa esquina de la Villa Nueva Esperanza, con sus borrachos y sus viejas gordas copuchando, con sus peleas y sus gritos, jamás quieta, jamás vacía.

Raymond
marzo /2000

Tuesday, April 25, 2006

Paseo




La ambigua noche se despide dando paso al frío de la mañana. La plebe vestida de traje gris camina al unísono mientras el bullicio se sienta en su trono abriendo sus brazos a la muchedumbre. A veces la masa se detiene frente a un destello rectangular; a veces se queda, olvidando el imparable compás del reloj. Al otro extremo el oro viejo alimenta las palomas y una pareja se abraza entre repetitivos lienzos de colores.
Cuando los vidrios se convierten en espejos el reflejo de los pies de los que pasan parece más lento, sólo hay tiempo para una cabezada.


Raymond

Monday, April 24, 2006

CASAMIENTO EN LLICO O ARRÉGLESELAS COMO PUEDA


Mi familia se había estado preparando para partir a Llico. Mi mamá y mi papá estaban invitados al matrimonio de una sobrina y de paso decidieron que ellos por ser los padrinos de boda podían invitar a quien quisieran a la fiesta; por supuesto nosotros, sus hijos, estabamos automáticamente invitados. Se trataba eso sí de doce hermanos y sus respectivos enlaces y descendencia. Más que un evento era algo así como un paseo familiar. Muchos de nosotros habíamos escuchado durante años las historias que mi papá contaba acerca de su tierra, del hermoso lago Vichuquén, de la playa y de los amigables habitantes del lugar; de ahí nuestro interés por conocer Llico el lugar donde mis papás se habían enamorado y ahora, después de casi cincuenta años de matrimonio, nos disponíamos a partir.

Todo estaba listo, habíamos arrendado un furgón, arreglado nuestras pirchas y comprado algunos regalos. Para evitar que el medio de transporte se volcara, algunos tuvieron que viajar a parte. El furgón partió temprano, el viaje duraría por lo menos cinco horas y debíamos llegar a tiempo a la ceremonia. El día estaba nublado y el pavimento húmedo; durante el viaje los niños se entretenían mirando el paisaje y comiendo golosinas. Después de unas horas nos adentramos por un camino que aun estaba sin pavimentar, la idea era acortar el camino, sin embargo, tuvimos que sortear varias pozas que dificultaban nuestro viaje, hasta que de repente nos vimos en medio de un charco de agua, el conductor del furgón tuvo que hacer uso de todo su talento para sacarnos de ahí y poder llegar a nuestro destino; la idea era llegar aunque fuera tarde, mal que mal lo único que importaba era conocer el lugar, "no nos vamos a devolver sin conocer Llico" - repetía incesantemente el coro de pasajeros. Un poco más atrás venían en el auto de un vecino, otros integrantes de la familia, pero lo más importante es que también venía el perro de la casa; si veníamos todos como no íbamos a traer al perro. Ellos no pudieron evitar caerse a un riachuelo, el auto quedo nadando en el agua y los ocupantes mojados hasta los calzoncillos, menos mal que unos lugareños, que extrañamente estaban en ese momento en el lugar, lograron sacar el auto con la ayuda de un caballo que aguardaba pacientemente montado por un huaso que pedía billetes por el rescate.

Por fin estabamos llegando. Después de pasar una centena de cerros empezamos a vislumbrar el lago, a medida que nos acercábamos observábamos con detención la belleza del lugar rodeado de enormes casas de veraneo que bloquean el paso de los pobres al lago con sus autos con velas y sus motos flotadoras, para que los pobres no se acerquen ni metan sus patas cochinas en esas aguas de “gente linda”. La casa de la tía Elisa se entrometía en ese condominio de ricos, y ahí estabamos nosotros bajándonos de nuestro mini bus con el poto acalambrado. La familia de la tía no nos recibió muy bien, tal vez se asustaron al ver tanta gente arrimada a la invitación pero lo que realmente desfiguró los rostros de nuestros anfitriones fue cuando vieron al "Benji" -"Trajeron hasta el perro" - alguien oyó decir por ahí.

Como era un poco tarde, rápidamente bajamos nuestros bultos y los instalamos en el dormitorio del dueño de casa, después de una trapeadita nos cambiamos de ropa, mis sobrinas se maquillaban y emperifollaban plácidamente cuando el dueño del dormitorio les pidió permiso para ocupar su pieza. Partimos rumbo al casorio. La iglesia del pueblo estaba ubicada un poco más abajo de donde nos encontrábamos, a medida que nos íbamos acercando observábamos los alrededores: una laguna con cisnes, un pequeño cementerio con no más de doscientas tumbas, el único hotel del pueblo y al final del camino la playa de Llico. La falta de modernidad le permitía aun conservar ese carácter sureño.


Una vez en la iglesia, hacía su ingreso una novia bastante pasadita de años que usaba un vestido mitad blanco mitad rosado, como para no ofender a la multitud que se achoclonaba para no perderse el evento del año, en cuanto el cura les dió su bendición partimos a la fiesta, no conocíamos a la novia así que no nos molestamos en felicitarla. Ya era de noche, el largo viaje desde Santiago nos tenía muertos de hambre, ansiábamos que aparecieran unas bandejitas con canapés y algún picadillo para engañar las tripas, pero nada, de pronto y ante la insistencia de los niños comenzó a florecer un improvisado cóctel, era nuestra hora de atacar o de lo contrario los demás invitados provocarían que se nos rompieran las tripas, en cuestión de minutos las mesas quedaron vacías. Había ahora que esperar por la cena, mientras tanto algunos lolos intentaban pinchar con las santiaguinas sacándolas a bailar. La noche estaba fría y el copete brillaba por su ausencia, después nos enteraríamos que lo tenían fondiao’.

Cuando comenzó la sonajera de platos y vasos nos acercamos de inmediato a una mesa para tomar ubicación, lamentablemente no había espacio para todos. La desorganización llegó a su cúlmine cuando algunos invitados que no tenían platos ni cubiertos, trataban de alcanzar la parrilla para no quedarse debajo de la mesa, agarrando con las manos un esquivo pedazo de carne "¡Arrégleselas como pueda!- exclamó el improvisado chef. Mi hermana sentada a la mesa trataba de consolar a su pequeño hijo que pedía pollo, ante la negativa del parrillero que alegaba que ya le había servido, en ese mismo momento ella se dirigió a la sala donde se encontraban los regalos y procedió a retirar el suyo trayéndolo de vuelta a Santiago.

Así estaban las cosas, no había más por hacer que tratar de dormir para poder marcharnos en cuanto amaneciera. Algunos nos acomodamos apretujádamente en el furgón y los niños más chicos se instalaron en una pieza. Cuando despertamos comenzamos a organizarnos para partir, sólo nos demoraba una larga fila para poder entrar al baño. Mi tía nos ofreció tomar desayuno pero la verdad es que lo único que queríamos era partir, así que agarramos nuestros bolsos y empezamos a caminar, nos detuvimos para comprar pan y nos dirigimos a la playa. En la costanera de la playa de Llico acompañados por unos panes con chancho y el tibio sol de la mañana se acababa nuestra aventura, dejando atrás historias para recordar y el inolvidable dicho: "ARRÉGLESELAS COMO PUEDA"

Fin
Raymond